domingo, 5 de julio de 2009

Encarrilando de Nuevo el Tren a las Vías...

La constancia es díficil de conseguir. Y yo soy poco cumplidora.
Espero por mi propio bien ser capaz de conseguir al menos una al año...

Así que empecemos de nuevo...
Y esta ez con uno de mis más antiguos relatos: La Noche.

La noche:

Camino por el bosque con tranquilidad.
Ahora mismo, soy completamente libre; avanzo entre las alargadas sombras de los árboles a mi alrededor.
Tras de mí, un Sol anaranjado va escondiéndose bajo la línea del horizonte, escapándose del mundo y con él, la luz del día.
Me vuelvo cuando las sombras han cubierto todo mi camino, dejándome sola y asustada en un mar de oscuridad en el que no puedo orientarme.

Ya ha llegado. La noche.

Sus lazos oscuros me envuelven y me ciegan. Estoy perdida en medio de un bosque en el que pronto solo se oye el sonido del viento susurrante meciendo las ramas de los árboles a mi alrededor.
Sigo caminando sin rumbo, mientras la brisa me entumece los dedos de las manos y se cuela entre los pliegues de mi ropa, rozando mi piel con su gélido aliento.

Miro hacia el cielo. En el manto oscuro del firmamento, las estrellas me guiñan el ojo, traviesas, juguetonas. No alcanzo a ver ya las luces del pueblo. La oscuridad lo envuelve todo.
Me siento perdida y el temor comienza a surgir dentro de mí. Los crujidos de las ramas me sobresaltan continuamente.
El miedo mana dentro de mi cuerpo como pequeñas descargas eléctricas, que me incitan a huir.

“¿De qué?”
“De la noche”
“No se puede huir de la noche”

Y aún así huyo. Corro lejos, pero ella me persigue como un manto negro al que no consigo dejar atrás.
Cierro los ojos unos breves instantes y cuando los abro, distingo a lo lejos las luces del pueblo. Me acerco, atraída por la tranquilidad que allí parece haber, y compruebo que el manto que antes me envolvía se queda atrás, espantado por el tenue resplandor de las farolas.

Me siento segura. Ya no hay peligro. Ahora no le tengo miedo.

A ella, a la noche.


Espero que os guste... Es la más verde de todas mis historietas.

Un beso.

domingo, 17 de febrero de 2008

...Comenzando un nuevo viaje...

Hola:

Para estrenar este nuevo espacio me gustaría que conociérais un lugar similar al que vivo yo.
Por ello, aquí os pongo un pequeño escrito:

El paisaje de tu ventana
No llama la atención con su grisáceo cielo, cubierto de nubes densas y cargadas de agua. No podía mostrar un color menos alegre, pero ahí está, como cada mañana. No distinguirás el perfil de las nubes, pero allá se encuentran, decorando de tan triste color el firmamento; celosas, no se apartarán ni un solo instante, no dejarán que distingas, antes que ellas, el alegre color del cielo, querrán que las admires sólo a ellas, presumidas, y que te enamores del triste color del que son dueñas. Y ni siquiera el sol se distingue en este triste cielo, pero aún así ahí está, siempre decorando la vista que, día tras día y sin poder evitarlo, se refleja en tus ojos cada mañana, al abrir la ventana.

Sus árboles desprovistos de hojas te saludan, con tristeza, pasan frío sin sus vestiduras hechas de tan fino material. Sus ramas, tan desnudas, se extienden con ridiculez hacia fuera. ¿Qué buscan entre tan vacío espacio? Asemejan a ciegos tanteando en el lugar, buscando lo que no pueden ver sin sus ojos.
Sus troncos, siempre de pie, se muestran cansados de no poder sentarse nunca, con las marcadas arrugas de su corteza a la vista de cualquiera que pase y se quiera fijar. Sus manchas destacan entre todo el color oscuro que recorre la madera de la gran columna que sujeta los brazos desnudos.
Lloran los árboles, sin ropa, deseando que llegue de nuevo la primavera, con sus hermosas hojas protegiéndoles del frío y meciéndose al viento, como una hermosa y abundante cabellera.

Las farolas también aguardan, haciéndoles compañía, a que llegue la noche para poder, con su eterna luz, decorar su cabeza tan blanca a la mañana. Sus sombras se proyectan, silenciosas en el suelo oscuro una vez que el sol se marcha, creando siniestras figuras que atacan disimuladamente a la escasa luz que permanece. Tan perfecta es su columna, tan recta, que los árboles sin hojas sienten celos de ella. Ahí está siempre, iluminando el paisaje para que lo admires a cada momento que dirijas tu vista hacia fuera, al exterior que siempre está ahí.

Al fondo, el bosque destaca, tan seguro en su eterno monte. Sonríe con alegría, con sus perennes hojas balanceándose al viento. Su color verde contrasta con el gris del cielo, y se burlan, ociosas, de los tristes árboles que lloran en tu ventana, suplicando al cielo que les salgan de nuevo las hojas.

Este es el paisaje, que ves desde tu ventana. ¿De veras crees que aún hay alguno más hermoso? Es la vista con la que empiezas cada mañana, la que te anima, la que siempre estará ahí, la que nunca se marcha. Es la que te acompaña siempre que miras por la ventana. La que ilumina la luna a cada noche que pasa. La que no te abandona, la que se refleja en tus ojos cada vez que diriges la mirada hacia el exterior, recién levantada.
Y el que diga lo contrario es que miente, es que no sabe apreciar lo bueno. El celoso que no quiere admitir que te despiertas en una más hermosa vista de la que él podrá soñar. Porque no es suya, sino tuya, el paisaje que ves pasar, cada día y cada noche de tu vida. Porque nunca podrá tener lo que tú tienes, nunca logrará una combinación hermosa de los colores verde, gris y negro como la que puedes apreciar.
Agradece a tu paisaje que se muestre tan hermoso, pues como ahora ya sabes, no todos tienen la tan hermosa vista que, quieras o no, siempre está ahí, contigo a cada mañana.
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Espero que os guste el paisaje que veo cada día.
Besos.